¿Son mejores las «mejores prácticas»?

En esto de la ciencia (¿o es arte?) de la gestión empresarial me maravilla la cantidad de supuestos “gurús” que conocen las mil recetas para tener éxito en un campo determinado. No hay más que rastrear entre los blogs de temática “marketiniana” para encontrarnos titulares que parecen más bien sacados de cualquier portada del Cosmopolitan: “10 consejos para triunfar en social media”, “Las 5 claves del Marketing en el sector del lujo”, “100 maneras de cautivar a un cliente”.

Lo cierto es que no es sino la versión “fast food” de los viejos libros de gestión empresarial que antaño poblaban la estantería de cualquier ejecutivo. Antes buscábamos “recetas”, ahora seguimos buscándolas y además las queremos engullir mucho más rápido.

Uno de los grandes éxitos mundiales de ventas en este tipo de literatura a lo largo de la historia es “Good to great”, escrito por James Collins. En él se analizan los factores que han llevado a una serie de compañías a alcanzar mejores resultados financieros que empresas homólogas durante un prolongado periodo de tiempo. Pero hay varios problemas con este tipo de análisis:

  1. ¿Con qué criterio determino que dos compañías son homólogas?, ¿por el tamaño?, ¿por el sector?, ¿por el mercado en el que operan?, ¿por el estilo de liderazgo?
  2. ¿Cómo podemos distinguir si el buen resultado de una empresa se debe a una serie de “mejores prácticas” o es tan solo una coincidencia? Es decir ¿estamos seguros de que hay causalidad o puede ser tan solo correlación?
  3. Si de verdad esa es la razón por la que cierta empresa es tan brillante ¿si todas las demás la copian no dejará de constituir una ventaja competitiva?
  4. Cuando una empresa en un momento dado tiene resultados excepcionalmente buenos ¿no nos enconcontraremos con un fenómeno de «regresión a la media» posterior?

A menudo aquello que es considerado una “mejor práctica” no es ni más ni menos que el fruto de la casualidad. En el artículo “Which best practice is ruining your businessFreek Vermeulen cuenta la historia de cómo todos los diarios de Reino Unido se publicaban en gran formato creyendo que era una de las razones del éxito. Hasta que en 2004 Independent redujo su tamaño y sorprendentemente sus ventas lejos de caer, aumentaron. El gran formato resultó ser una consecuencia del sistema impositivo que hasta 1855 gravaba según el número de páginas y no la causa del éxito. Puedes ver algún otro ejemplo interesante en este artículo de Quartz.com

Una de las experiencias más traumáticas para aquellos estudiantes que cursan un MBA en búsqueda del “bálsamo de Fierabrás” que todo lo cura, es que no se proporcionan recetas que todo lo arreglen, sino herramientas con las que construir un razonamiento ordenado.

Cuando estés desarrollando un Plan de Marketing y alguien empiece con la frase “lo que hay que hacer en estos casos es…” te recomiendo que agudices tu ojo crítico y sin menospreciar el consejo que puede ser útil, trates de entender cómo se parecía al escenario que tienes entre manos a aquel sobre el que te están hablando.

Jugando también se aprende

Cuando somos pequeños todo lo aprendemos jugando, ya que esta tarea se hace más amena y sobre todo asimilamos de forma más rápida. Pero, ¿por qué una vez que somos adultos dejamos de utilizar estas técnicas de aprendizaje? Aparentemente han funcionado, ya que todos hemos aprendido a atarnos los cordones de los zapatos, a comer solos y multitud de tareas rutinarias, que de niños tanto nos costaban.

Pero parece ser que desde hace uno o dos años, se ha puesto en marcha una nueva tendencia para que adquirir ciertos hábitos o realizar algunas actividades  nos sea más llevadero. Esta tendencia se llama «Gamificación«. Es una palabra que viene del termino anglosajón Game, que significa juego. Es decir aplicar técnicas o dinámicas de juegos a entornos no lúdicos como pueden ser ambientes empresariales, el marketing, adopción de nuevos procesos de negocio o sistemas corporativos. La interacción con el usuario final se hace mucho más atractiva y el objetivo final se puede llegar a conseguir de forma más fácil.

Por lo tanto hay dos forma principales de utilizar estas técnicas. en el mundo empresarial. Una sería de forma interna y la otra de cara al cliente final. En relación a la primera, como se ha comentado antes, se podrían citar varios casos, como adopción de nuevos procesos de negocio, uso de sistemas corporativos o aplicación de ciertas metodologías de trabajo. Estas tareas suelen ser muy costosas debido a la gran gestión de cambio. Es conocido que la adopción de un nuevo sistema informático suele ser problemática. Los usuarios tiene su forma de trabajar, hay algún otro sistema (que aunque no sea tan efectivo o completo hace parte de esas funciones que se pretender cambiar) o simplemente los usuarios se sienten cómodos con su sistema actual y el cambio supone un mayor esfuerzo y un paso hacia lo desconocido (sea para bien o para mal). Una posible vía para hacer esta implantación más rápida y sencilla a los usuarios puede ser mediante un «juego». ¿Por qué no crear un campeonato en el que se mida quién es el mejor usuario? Algunos de los criterios a medir pueden ser las veces que se ha utilizado, cuál es la calidad de la información introducida, y qué tipo de información se ha consultado o modificado. Este «campeonato» se podría hacer a nivel de usuario final o compitiendo a nivel de departamento o equipos de trabajo. Si conseguimos que se introduzcan en el juego (normalmente al ganador habrá que ofrecerle una recompensa), la utilización de este sistema se volverá un juego, que formará parte de nuestro trabajo diario.

Por otro lado se pueden citar los usos que las empresas le han dado a la gamificación de cara al cliente final. Estas se suelen utilizar en tareas de fidelización de clientes, atracción de nuevos clientes, lanzamientos de nuevos productos, minimizar tiempos de adopción, dinamizar ciertas tareas que pudieran no ser tan divertidas o optimizar tareas que no tengan incentivos.

Normalmente estos juegos o dinámicas se basan en:

  • sistemas de puntos
  • logros y recompensas
  • niveles o status
  • sistemas de ranking o clasificaciones

Pero hay que tener en cuidado a la hora de elegir o implantar un sistema de este estilo, ya que el objetivo principal puede pasar a un segundo plano por parte del usuario final, y que éste se centre solo en el «juego». Debemos hacer que se vea como un conjunto completo, y que el juego sea parte del aprendizaje o adopción.

Este mercado está en auge, y debido a que lleva solo dos años entre nosotros, se prevé un crecimiento (según algunos analistas de hasta 3 digitos) en este año 2013. Es un campo al que debemos estar bien atentos, no solo por las posibilidades de negocio que puedan existir, sino por la capacidad de ampliación del mercado que pueda ofrecernos. Es una alternativa nueva y barata, teniendo en cuenta que la inversión puede ser infinitamente menor que los beneficios. La clave está en entender cual es el problema real a resolver y no tratar de imponer la gamificación por encima de todo.

Por ultimo me gustaría que se revisaran algunos de los ejemplos reales que ya se ha creado, y que ha funcionado muy bien.

De todos modos en el grupo de linkedin, se inició una conversació hace tiempo, en la que Alberto Terol y otros miembros del grupos nos dejaron varios links de interés (los cuales animo también a visitar):

http://www.linkedin.com/groups/He-estado-leyendo-varios-sobre-4891332.S.220860185?qid=571cdc9f-b16c-4a09-8ec8-b6c9242f51d2&trk=group_items_see_more-0-b-ttl

Te he localizado

¿Geomarketing? ¿Y eso qué es? Posiblemente te has preguntado esto mismo y es que el geomarketing está cogiendo fuerza (aunque lleva entre nosotros un tiempo).

Cada vez el usuario proporciona más datos sobre sí mismo y sobre su comportamiento como consumidor. Algunos de esos datos pueden ser sobre la propia posición del usuario, lo que nos da una información muy valiosa. De eso trata el geomarketing (según Wikipedia: “disciplina de gran potencialidad que aporta información para la toma de decisiones de negocio apoyadas en la variable espacial. Nacida de la confluencia del marketing y la geografía permite analizar la situación de un negocio mediante la localización exacta de los clientes, puntos de venta, sucursales, competencia,”)

Y nace con una filosofía clara. Poder conocer mejor al consumidor final y analizar nuestro negocio, respondiendo preguntas que antes no sabíamos. ¿Por qué triunfa un negocio en una zona y no en otra? ¿Hay demanda de ciertos productos en ciertas zonas de alguna población? ¿Se podría introducir un nuevo servicio en algún barrio o distrito en concreto?

Una de las aplicaciones básicas de este campo es “foursquare”. Para aquellos que no lo conozcan, es un servicio de localización basado en redes sociales. Y es interesante analizar cómo se ha integrado este servicio en algunos comercios. Un ejemplo podría ser un restaurante o un bar, en el que cada vez que un cliente llega, marca con su Smartphone que se encuentra es ese lugar tomando algo con los amigos. Aquella persona que más veces haya realizado esta acción (conocida como “check-in”) irá adquiriendo diferentes rangos (o consiguiendo puntos), hasta llegar a ser el “Mayor” (o Alcalde). Es posible, que el establecimiento le ofrezca algún tipo de descuento o servicio adicional de forma gratuita. Es decir, favorece la fidelidad al establecimiento, mientras que los propios clientes “compiten” entre ellos, por ver quién es el más asiduo o mejor cliente.

Algunos otros usos de esta popular aplicación se pueden ver detallados en : http://www.publimetro.com.mx/tecno/seis-usos-de-foursquare-para-tu-negocio/mkjp!jBUGDyczuTlXA/

Por lo tanto, si el consumidor, nos indica (mediante la aplicación que sea) sus hábitos de consumo, necesidades o intenciones de compra inmediatas, por localidad, barrio, calle o comercio podemos realizar acciones comerciales mucho más enfocadas, analizando (previa y posteriormente) la mejor forma de afrontarlo.

Cómo comerse un elefante

Si alguna vez has tenido ocasión de participar en una dinámica de grupo en la que se pretenda resolver algún asunto complejo, habrás podido observar lo habitual que resulta caer en el “pensamiento grupal” en el momento en que un individuo asume el rol de líder y se lanza cuesta abajo y sin frenos en búsqueda de soluciones sin haberse parado a analizar el problema.

En el Marketing, resulta tentador caer en el mismo error, centrándonos en la cantidad de supuestos problemas que es capaz de resolver nuestro producto sin haber analizado en profundidad la necesidad que tiene un cliente. Se le atribuye a Henry Ford la frase: “Si le hubiera preguntado a la gente qué querían, me habrían dicho que un caballo más rápido”. Es decir, si no hubiéramos sido capaces de averiguar que lo que quería cubrir un potencial consumidor del Ford T era una necesidad de transporte y no comprarse un artilugio que ni siquiera podía imaginar, hoy podríamos ir todos montados en veloces corceles.

A menudo debo de defender a capa y espada la figura del Ingeniero trabajando en Marketing. La gente que no lo entiende debería leer la reflexión de Celso en el blog para comprender cuáles son las aptitudes que hacen esa formación tan valiosa cuando de lo que se trata es de resolver problemas, manejar portfolios de producto, modelizar nuevas formas de negocio. Y es que el Ingeniero está acostumbrado a trabajar continuamente en el análisis de problemas y sus causas raíces.

En los MBA se utiliza una metodología parecida para analizar casos de negocio complejos, y que Conor Neill explica estupendamente bien en su muy recomendable blog “Moving people to action”.

  1. Analizar: ¿cuál es el problema?
  2. Pensar: ¿qué alternativas existen?
  3. Discurrir: ¿qué criterios de valoración son relevantes?
  4. Medir: la efectividad de las diferentes alternativas con respecto a los criterios seleccionados
  5. Elegir: la mejor alternativa
  6. Definir: un plan de acción para ponerla en marcha

La próxima vez que te encuentres ante una decisión de Marketing complicada ¿cómo te piensas “comer el elefante”?

el principito

Innovación: Reflexiones de un fraile que antes fue cocinero

Miguel Blanco

R&D Commercialization Manager en 3M Iberia 

En el entorno laboral de una multinacional, una ventaja que proporciona la edad —y no la única—es que, salvo las rarísimas excepciones de los que se jubilan en el mismo puesto en el que ingresaron, uno acaba pasando por muchas funciones (Marketing, Ventas, Técnico, Staff, etc.). Y como cada una de ellas te impregna de su propia pátina —no necesariamente miscible, de entrada, con la anterior— el resultado final resulta enriquecedor y acaba convirtiéndose en eso que llaman “la perspectiva que proporciona la experiencia”. Vamos, una forma como cualquier otra de poder llamar viejo a alguien.

Con este preámbulo en mente, sería bueno plantear una pregunta en el entorno de la Innovación en la empresa:

¿Coinciden siempre los objetivos y los enfoques de un investigador que desarrolla en Francia un nuevo producto para toda Europa con los del ingeniero que lo fabricará?, ¿y con los del experto en Marketing que prepara su lanzamiento al mercado local?, ¿y con los del comercial que lo presenta al canal?… En un mundo ideal, probablemente sí; sin embargo la realidad es algo más compleja. Por ejemplo, ¿puede coexistir el hecho de que un investigador de un laboratorio europeo tenga como objetivo registrar anualmente un determinado número de patentes, con la necesidad del cliente, expresada al comercial que le visita como “necesito nuevos productos que me permitan ser más competitivo”? La verdad es que, así expresada, sin más, —como le sucede al gato de Schrödinger— la pregunta podría tener una respuesta tanto positiva como negativa (dejando muy claro que, en principio, esta última frase no tiene connotación alguna).

Estamos hablando de objetivos, de roles, de estrategias… Por consiguiente, y contemplando la Innovación en la empresa como un todo, todas estas cuestiones deberían tener importancia desde sus fases más tempranas, tanto en las relacionadas con la estrategia del negocio, como en las que lo están con la creatividad.

Por un lado, como consecuencia del análisis de la situación, los planes estratégicos del negocio marcarán el camino a seguir a la hora de desarrollar nuevos productos; y por otra parte, no podemos estar únicamente dependientes de la iniciativa individual que proporciona “descubrimientos” (a los que por supuesto no se debe renunciar, sino encontrarles de inmediato una aplicación práctica).

En resumen, la adecuada combinación de todas las funciones (Marketing, Laboratorio, Fabricación, Ventas, Financiera, etc.) que podríamos denominar creatividad en equipo debería rendir excelentes resultados.

Estamos, pues, en disposición de convocar una sesión de generación de ideas que poseerá desde su inicio un marco de referencia, unos límites que nos ayuden a no perder el foco y, lo que es más importante, que —dado lo anterior—será muy productiva, pues se ha demostrado estadísticamente que se generan muchas más ideas cuando se plantea el ejercicio partiendo de algo conocido que cuando simplemente se piden nuevas ideas, así sin más.

En la sesión debemos buscar el mayor número de ideas más que cuidarnos de la calidad de las mismas. Partiendo del pensamiento divergente, intentaremos buscar soluciones, alternativas, posibilidades diferentes a las actuales, incluso las más disparatadas a priori: Cuantas más, mejor; porque —posteriormente— vendrá el momento de hacerlas converger y seleccionar las más interesantes para los propósitos que nos marcaba el plan del negocio.

Para conseguirlo, durante la sesión habrá que aplicar una sistemática que —idealmente— nos permitiese integrar la creatividad en los hábitos de la Organización. Entonces… ¿qué metodología elegir? Realmente la decisión se tomará en función de las culturas corporativas y de las modas imperantes, pero no hay mayor problema puesto que hay una numerosa oferta disponible (empresas especializadas, Internet, etc.). Lo único innegociable son dos aspectos: Primero, que en cualquier caso se debe utilizar una técnica, la que sea (de no ser así, nos bastaría con un simple buzón de sugerencias) y, segundo, que al inicio de la sesión debe quedar claro el ámbito en el que trabajar (tema de la sesión, total libertad en las aportaciones, absoluto respeto por las ideas del resto de participantes y no tratar de obtener la idea genial en el primer minuto).

¡Ah!, y como en cualquier otra actividad diaria, individual o relacionada con los negocios, no caer en la tentación de darle más importancia a la propia herramienta (metodología) que a lo que pretendemos conseguir mediante su uso.

Es evidente que no es posible, ni deseable (salvo que se retrasase la jubilación hasta los 90 años —y no es cuestión de ponerse creativo y “dar ideas”) formar tales grupos de trabajo integrando en los mismos exclusivamente a aquellas personas que ya hubieran pasado por todas las funciones en una Compañía, pero lo que si puede aportar el hecho de haber pasado por algunas de ellas es la perspectiva citada al comienzo, el conocer de primera mano lo que otras funciones realizan y ponerse en su lugar, tanto a la hora de pedir su colaboración como cuando haya que ofrecerles servicios… que, en este momento —y en mi caso— están relacionados con la Innovación y la Creatividad.

Inmanejablemente manejable

Buscando por la red podremos encontrar multitud de infografías y documentos sobre la cantidad de tweets, post, mensajes o emails que se lanzan cada hora o día. Creo que es bien sabido, que la velocidad a la que crece este entorno digital es exponencial. Por lo tanto la cantidad de oportunidades que se abren en este campo son inmanejables también. El BIG DATA ya está aqui, y ha venido para quedarse.

¿Y que es el Big Data? Se trata de la manipulación de grandes cantidades de datos, para su posterior análisis y extracción de conclusiones.

Aunque se quiera pintar como un concepto nuevo, en parte esto ya es conocido. Lo que se intenta es agrupar, clasificar y estructurar todo este contenido para su posterior análisis y/o almacenamiento. Históricamente  los datos que las empresas analizaban eran bases de datos relacionales, ficheros planos, excels, …. Pero, si esta información (existente en formatos muy diferentes) está disponible, ¿Porque no utilizarla?

Cuando se habla de oportunidades en el campo del BIG DATA, no solo se refieren a las empresas de diseño o construcción de data center, cloud computing o servicios informaticos. Sino desde el punto de vista de marketing. Las empresas necesitan saber que es lo que el usuario piensa de ellas, como reacciona el mercado y con estos datos tomar decisiones para el futuro. Estas actividades se han hecho toda la vida, pero por qué no hacerlo con los datos de facebook, twitter, blogs, youtube… Puede que el formato de la información sea diferente y no estemos acostumbrados a analizar este tipo de «ficheros», pero para eso está la tecnología, para permitirnos avanzar y procesarlos. Además contamos con la ventaja, de que el usuario (ya sea consumidor final o corporativo) está constantemente proporcionando información muy valiosa sobre nuestro mercado y nuestros productos en la red. ANALICEMOSLA Y SAQUEMOS PROVECHO DE ELLO!

Por lo tanto, el big data ofrece una posibilidad enorme para la estrategia y el marketing. Si pensamos en qué tipo de información hay en la red 2.0, veremos que como empresa debemos analizarla. El usuario expresa sus pensamientos sin cortapisas, muestra como utiliza los productos, los recomienda a otros usuarios, incluso nos ofrece información de posibles mejoras o usos alternativos. Todo ello sin la menor interacción de la empresa

¿No es esto lo que una empresa necesitaría saber para mejorar sus productos o servicios? ¿No podría desarrollar futuras ventas o clientes potenciales? Utilicemos las redes sociales como canal de desarrollo de negocio, ya que las herramientas de Big data nos ofrecen esta capacidad de análisis.

Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades

El D.A.F.O. (Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades) o S.W.O.T. en su acrónimo Inglés es una de las herramientas más utilizadas al realizar análisis del escenario competitivo cuando estudiamos un mercado. Desarrollada en la década de los años 60 en Stanford, intenta valorar a partir de las capacidades internas (debilidades y fortalezas) y los factores externos (oportunidades y amenazas), cuál es el encaje que nuestro producto/servicio/marca/empresa tiene en ese escenario competitivo.

Siendo extremadamente potente para resumir las palancas sobre las que construir la ventaja competitiva, tiene desde mi punto de vista muchos peligros cuando se utiliza sin precaución:

  1. ¿Cómo has valorado las Debilidades y Fortalezas de tu empresa? ¿Ha sido mediante un equipo de trabajo interno? En ese caso tengo una mala noticia: sirve para bastante poco. Es como si en un concurso de belleza fuéramos nosotros los que nos asignáramos la puntuación. En todo caso deberá ser el cliente el que nos valore ¿verdad?
  2. ¿Dedicas horas a discutir si una capacidad es una debilidad o una fortaleza, si un factor externo es una oportunidad o una amenaza? Estás perdiendo el foco, de lo que se trata es de discutir sobre el negocio (qué tenemos y qué podemos hacer), no de elaborar una mera lista ni de hacer un sudoku.
  3. ¿Cómo ponderamos el hecho de que no todas las palancas tienen el mismo peso? ¿Cómo priorizamos? Esto no es hacer la “lista de la compra”, se trata de definir las 4 ó 5 palancas que de verdad son relevantes: calidad, no cantidad.
  4. ¿Hemos recogido vagas generalidades o de verdad hemos valorado palancas sobre las que podamos actuar? No sirve de nada poner “alta calidad” como ventaja o “precio” como debilidad.
  5. ¿Estamos recogiendo causas o efectos? Por ejemplo, el tener una red de distribución sólida no es una ventaja por sí misma y no es causa sino efecto. Lo será en todo caso el tener una propuesta de valor interesante para esos socios comerciales.
  6. ¿Ves oportunidades por todas partes? Ya lo tratamos en nuestro post “Oportunidades oportunistas”. Un mercado amplísimo y una cuota de mercado baja no es una oportunidad (lo será si tengo una propuesta de valor sólida que pueda suponer una ventaja competitiva).
  7. ¿Das un triple salto mortal desde el DAFO hasta la definición de tus estrategias o de verdad has integrado las conclusiones del mismo a la hora de definir tus líneas maestras?

Mi recomendación personal: utiliza la herramienta, pero con espíritu crítico. Ya sabes lo que dicen los Americanos: “rubbish in, rubbish out”.

¿ROI es diminutivo de algo?

Todos hemos oído últimamente mucho hablar del ROIReturn on investment» o retorno de la inversión). Y no es otra cosa que ver si lo que estamos haciendo funciona o no. Y sobre todo qué dinero está generando.

Cuando ponemos en marcha una nueva campaña o programa comercial deberíamos tener en cuenta qué beneficio (monetario) va a retornar a la compañía. Aunque parezca una obviedad, no siempre es así. Y por eso últimamente (posiblemente la crisis nos haya hecho recapacitar sobre la efectividad de algunas acciones) se habla tanto del ROI para evaluar la viabilidad de algunos proyectos.

Desde el punto de vista financiero, que en alguna otra entrada de este blog podremos analizar, será muy necesario ver la viabilidad de un producto. ¿ O vamos a invertir recursos (y no solo monetarios) en algo que no nos va a traer de vuelta lo que queremos ni deseamos?

Es cierto que el excel todo lo aguanta, y que aunque planifiquemos tener ciertos ingresos, será «el mercado» quien decida. Será el jurado que analizará nuestro producto, la comunicación que hemos realizado y fallará en su éxito o fracaso (que valoraremos, principalmente  con número de ventas). Por otro lado hay que decir también, que no siempre es fácilmente medible. ¿Cómo podemos saber si algunas de nuestras ventas han sido producidas por aquella campaña que lanzamos? En estos casos, el mundo «online» nos lo ha puesto más fácil, ya que hacer el seguimiento es más sencillo. Y este es uno de los principales motivos de su gran expansión y aceptación. Cada campaña de marketing digital es más fácilmente medible y ver su ROI. Lo mismo le pasa a los sistemas CRM, que pueden añadir, en su módulo de gestión de oportunidades comerciales, a qué campaña corresponde cada operación. Por lo que el calculo de rentabilidad debería simplificarse.

Por lo tanto, este no es un nuevo concepto, y es algo que todos tenemos en mente. ¿Qué me aporta hacer ésto? que traducido al entorno empresarial y del marketing sería ¿Qué ventas me está trayendo esta campaña de marketing?

Negociación y venta

María del Pilar Galeote Muñoz

Sudirectora del Centro de Negociación y Mediación del IE Business School

Sin lugar a dudas todo proceso de venta normal lleva aparejado una negociación entre las partes implicadas. Es más, a través del proceso, comprador y vendedor entran en una dinámica de persuasión en la que ambas partes quieren salir ganadoras. Eso no es otra cosa que negociación.

Ante una venta la primera duda que surge es si las partes han de regatear o, si por el contrario, existe otra forma de hacer las cosas. Desde el ya conocido Getting to yes, de Fisher y Ury, sabemos que así es. Hoy día aplicamos a todos los procesos de negociación, donde la relación entre las partes sea un valor a cuidar, la metodología de negociación basada en intereses. Si bien esta forma de negociar es conocida por muchos, no deja de existir, en la actualidad, un análisis “corto” de lo que ello implica. Paso a exponer lo que, en mi opinión, resulta básico para obtener resultados eficientes.

En primer lugar se trata de pasar de la posición o lo que quiere cada uno a la motivación que le lleva a pedir eso. El vendedor quiere un precio más alto pero ¿Por qué? ¿Por un interés exclusivamente económico o hay otra razón? Y el comprador quiere el objeto pero ¿Por qué? ¿Cuál es la razón por la que quiere seo? Con estas preguntas descubrimos las motivaciones de las partes.

Con la información anterior, las partes pueden pasar a generar diferentes opciones o soluciones que les permitirán negociar sobre precio pero también sobre otras variables representativas del interés de cada uno. Si en una venta sólo existe cosa por precio, evidentemente estamos ante un escenario de reclamación de valor, exclusivamente, o de posicionamiento o regateo. Ante esto, sugiero al lector la siguiente pregunta, ¿Estos escenarios son siempre lo que parecen? Es decir, ¿no se pueden encontrar otras variables diferentes al precio que satisfagan los intereses de las partes? La respuesta es que existen pocos escenarios donde sólo exista la cuestión única con la que negociar, esto es el precio.

Además de los principios fundaméntales de la negociación basada en intereses que son aquí clave, quiero destacar hoy la importancia de la creatividad. El buen vendedor, el buen negociador, en general, debe ser creativo. Sólo siendo creativo será capaz de generar diferentes soluciones al problema después de conocer las motivaciones de las partes y las variables que más satisfacen a cada uno, ésa es la clave.

Por tanto, todo proceso de reclamación de valor, como es una venta, exige, previamente, un proceso de creación de valor anterior, como ha quedado expuesto más arriba. La competición en el proceso negociador no excluye la cooperación. Ambas deben cohesionarse y darse al mismo tiempo: cooperar para poder competir y reclamar luego, ésa es la clave.

¿Un cuento de ciencia ficción?

Trasladémonos unos cuantos años atrás, exactamente antes de la hegemonía de Google. Si por aquellas épocas nos dijeran que con unas simples gafas podríamos aplicar sobre el mundo real una capa virtual que nos aportaría información añadida sobre los objetos o personas que tenemos delante, pues sinceramente, pensaríamos que es ciencia ficción, que no tiene sentido y mucho menos razón comercial. Pues ya podemos contar con las Google Glass, y estarán disponibles a final de verano aunque el precio de momento no se ha concretado.

No quiero pasar a analizar los aspectos legales de este dispositivos o algunos similares. Por ejemplo los móviles pueden actuar exactamente igual si disponen del software adecuado. Pero lo que está claro es que darán mucho que hablar, y que es necesario analizar en detalle antes de comercializar una solución de este estilo.

Sin entrar en tecnicismos, el funcionamiento de las gafas de Google es el siguiente: presentar sobre el mundo real que vemos, una pequeña interfaz con información virtual sobre que los estamos viendo. Que sirva como ejemplo este vídeo.

Google quiere dar un salto más, y las previsiones son confusas. Algunos piensan que será un error y el batacazo hará historia. Sin embargo algunas compañías ya están haciendo pequeñas campañas utilizando esta herramienta llamada Realidad Aumentada. Hay varias empresas gestionando estos aspectos, pero una está por delante y recomiendo echar un vistazo a su web (www.aurasma.com).

Creo que lo primero sería analizar todo esto desde el punto de vista del usuario (entre otras para ver si tiene sentido apostar como empresa por esta tecnología). ¿Que es lo que nos aporta como usuario?

  • Podriamos obtener información detallada sobre los productos que observemos como pueden ser precio, características, productos relacionados, competencia y sus cualidades diferenciales,…
  • Relacionar la persona que tenemos delante con toda la información disponible en las redes sociales, blogs o información en la red.

Por otro lado, desde el punto de vista de empresa, podemos atisbar un gran potencial en la publicidad y comunicación de nuestros productos. Como ejemplo (se pueden ver detalles en la página de Aurasma), la revista Esquire ha ejecutado varias campañas. El problema es que no todos los usuarios tienen el dispositivo adecuado, o el software necesario descargado en el movil (smartphone). Por otro lado, corremos el riesgo de inundar este mundo virtual e que todo se convierta en Spam

Como usuarios debemos esperar a ver como evoluciona el mercado en este aspecto, y mientras descargarnos un lector (parecido al lector de códigos QR) para ir haciendo pruebas y coger experiencia en este campo. Sin embargo como empresa, debemos tomar una decisión rápida, ya que la realidad aumentada está en marcha y no espera.